¿Cuánta paz, alegría, amor, sabiduría, armonía, disciplina, creatividad, intuición, integridad, responsabilidad SIENTES EN CADA MOMENTO en tu vida?

¿Cuánto has amado y disfrutado tu vida Aquí y Ahora, versus cuánto estás perdido en tus preocupaciones o resentimientos del pasado?

¿Cuánto te reconoces cómo la luz porque te has liberado de tu negatividad interior y cuanto vives resistiendo tu oscuridad, densidad, emociones y pensamientos negativos?

¿Cuánto sigues durmiendo plácidamente en tu ego, apegos, codependencias, necesidades, esclavitud mental,  dramas y traumas en medio de la comodidad de la víctima versus cuánto estás listo para tomar responsabilidad, despertar, hacer el trabajo que viniste a hacer y vivir la vida que tu corazón anhela?

¿Qué quieres?

 ¿Vivir desde tu Alma Despierta de Luz y Verdad o vivir dormido y perdido en las ilusiones pasajeras de tu ego?

¿Estás viviendo desde tu pasión, entusiasmo propósito y misión o estás perdido sirviendo a tus placeres y comodidades?

¿Estás dejando este mundo mejor de cómo lo encontraste, llenándolo de luz, sabiduría, amor y responsabilidad o dejándolo más sucio, oscuro y decadente? 

…Y sabes, este mundo comienza contigo, con tu propia consciencia, tu sabiduría, tu amor y tu poder creador…

Date cuenta que todo es pasajero, todo es una ilusión.

Lo Único que siempre ha sido, es AHORA y siempre será,  es tu SER Verdadero.

Es por eso que Don Juan dijo que debes considerar a la Muerte cómo tu consejera.

Y yo te digo que te visualices en tu lecho de Muerte y te veas dejando todo…

Desde esa perspectiva, para despertar pregúntate:

¿Cuáles serán las cosas que verdaderamente cuentan y que realmente quisieras vivir? ¿cuáles son los propósitos más elevados por los que viniste? Y ¿cómo sería ver pasar tu vida y llegar a tu lecho de muerte sin haber vivido la vida desde tu más alto propósito y felicidad?

La única manera de tener un despertar interior verdadero es liberarnos de nuestra adicción o de nuestra tendencia a opinar criticar y juzgar a todo y a todos.

Cuando dejas de juzgar a todo y a todos entonces encontrarás el inicio para experimentar el amor verdadero.

En mi sistema de entrenamiento aprenderás de dónde vienen todos los juicios, cómo crean todo tu dolor emocional en la vida y cómo liberarte de ellos desde la raíz para que puedas regresar a sentir, amar y disfrutar la vida con los ojos de un niño conservando tu sabiduría de adulto.

Vive Despierto. 

Lo primero que tienes que observar con humildad es quién estás siendo y cuáles son tus emociones, actitudes y acciones. Observa también ¿Qué estás llevando a cabo para manejar las cosas y obtener los resultados?

Muchas personas tratan de influir en sus hijos, en sus colaboradores o en su pareja sin que ellos hayan hecho un cambio y sin ser el ejemplo de lo que están pidiendo a otras personas.

¿Cuántas veces te has parado en frente de tus hijos para decirles que tienen que volverse personas felices y exitosas, para luego darte la vuelta y seguir preocupándote, regañando, hablando mal de otros y discutiendo con tu pareja?

¿Cuántas veces has estado correteando a tu equipo de trabajo para que tengan los resultados o lleguen a tiempo mientras que tú sigues llegando tarde a las reuniones?

¿Te has dado cuenta de que cuando una persona está tratando de hablar mucho pero no está siendo un ejemplo de lo que dice su poder de influencia naturalmente disminuye?

Esto me recuerda una historia de Gandhi qué voy a parafrasear a continuación:

Cuenta la anécdota, que una madre llevó a su hijo de seis años a casa de Mahatma Gandhi.

Ella le suplicó:

– Se lo ruego, Mahatma, dígale a mi hijo que no coma más azúcar.  Es diabético y arriesga su vida haciéndolo. A mí ya no me hace caso y sufro por él.

Gandhi reflexionó y dijo:

– Lo siento señora. Ahora no puedo hacerlo. Traiga a su hijo dentro de quince días.

Sorprendida, la mujer le dio las gracias y le prometió que haría lo que le había pedido. Quince días después, volvió con su hijo. Gandhi miró al muchacho a los ojos creando y le dijo:

– Chico, deje de comer azúcar.

Agradecida, pero extrañada, la madre preguntó:

– ¿Por qué me pidió que lo trajera dos semanas después? Podía haberle dicho lo mismo la primera vez que vino.

Gandhi respondió:

– Hace quince días, yo comía azúcar.